Sin duda hoy en día
vivimos una época en la cual la omnipotencia no es representada con una túnica
y una larga barba blanca, sino como un ser frío, carente de sentimientos, como
un asesino por defecto. Llámalo como
quieras, ‘’feisbuc’’, BB, brazo robótico o Helicóptero Apache, no importa.
Como su mesías, se le
puede otorgar la corona de espinas al Whatsapp o el ‘’Guasah’’.
Este mesías nos
promete que todo va a ser maravilloso, nos proporciona una comunicación
prácticamente telepática con otros animales sociales, irrumpiendo de manera
descarada, en cualquier lugar o circunstancia. Solo bastan dos notas
polifónicas para crear una respuesta tan inmediata que llegamos a ser capaces
de dejarlo todo para atender a esa llamada, como si el llanto de un recién
nacido se tratase.
Lo que más nos gusta
de este mesías es su falsa ‘’gratuitidad’’, para tener este superpoder, primero
hemos de tener un móvil, aunque ya no se puede definir como un gasto puesto que
prácticamente nos viene incorporado de serie; luego contratar con una línea
telefónica y luego contratar una tarifa Llamadas + Internet, en conclusión, sí
que cuesta algo, aunque después de entregar dicha ofrenda, ya nos podemos
hartar a mandar millones de palabras por el planeta de forma ilimitada, y es
aquí cuando entra la dependencia tecnológica, el vicio de consumirnos en un mar
de polifonías, múltiples e incesantes tecleos que suenan como si estuviesen
transmitiendo un código morse aconteciendo así a la muerte del sms y la inutilidad
del altavoz del móvil para la comunicación.
Ya no hace falta
pegarte el móvil a la oreja para hablar,
se ha optado por una postura más horizontal con la cabeza agachada y la mano ofreciendo
una pantalla acompañada de un teclado que o bien puede ser analógico o bien digital.
Esta adaptación me hace plantearme que nosotros al igual que las máquinas
evolucionamos, nos adaptamos al ambiente, hemos corregido nuestra postura,
nuestra comunicación, nuestra estructura ósea y diversos estudios exponen que
estamos suprimiendo el dedo meñique del pie debido a su inutilidad; esto me
hace pensar que al vivir pegados a un teclado ¿No hará evolucionar también
nuestras manos? Sólo me viene a la mente unos dedos largos, finos y con
múltiples articulaciones que nos permitan contorsionar nuestra mano y moverla
de forma rápida y ergonómica como si de una escena de Silent Hill se tratase,
puede que sea algo retorcido, pero es algo digno de plantear.
También podemos
hablar de uno de los apóstoles: el check. Ese Judas que nos chiva al oído si el
mensaje ha sido leído, pudiendo llegar a acarrear grandes catástrofes, celos,
desconfianza, llegar a pensar que esa persona nos está ignorando solo es una
pequeña muestra de lo que este susurro puede acontecer.
Situaciones como
‘’wasapear’’ mientras ves el capítulo de una serie, que para colmo seguramente
sea subtitulada; mantener una conversación cara a cara mientras hay un intruso
virtual o dividir la atención del conductor en la carretera son casos muy
comunes de esta dependencia tecnológica. No me sorprendería que se hallaran casos extremos como wasapear mientras estás en
el baño o haciéndolo con tu pareja, son casos extremos aunque dignos de una
viñeta de ‘’Cuanta Razón’’.
Bueno, una vez
expuesto este artículo, si eres una persona prowhasapp no te sientas ofendi@,
aunque posea una postura negativa frente a esta aplicación seguramente acabe
sucumbiendo a su poder tarde o más temprano, táchame de hipócrita si quieres
pero al fin y al cabo, igual que tú, soy una víctima más del sistema.
Y un consejo
amistoso, cuando estés en el baño asegúrate en el momento que te vayas a
limpiar el culo que lo que tienes en la mano sea el papel higiénico.
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