domingo, 13 de enero de 2013

El Lenguaje de las cosas


El consumismo y el papel de diseño en el capitalismo
es un tema que en cierta manera me enerva, pero más que nada por la
actitud de zombis con síndrome de de Diógenes que tiene la gente frente a
los objetos.

El síndrome de comprar cosas que no necesitas, incitado por el
diseño de Raymond Loewy: el que entra por los ojos y se clava en la sien,
diseño que no te dejará pensar en nada más y te amargará la vida hasta que
obtengas ese preciado tesoro. Ya sea por el color o la forma que le da al objeto,
una forma de cachorrito con ojos tristones que te mira fijamente.

Para colmo el objeto tiene una longevidad tan breve que ni siquiera te dará
tiempo a cogerle cariño, la gráfica del portátil se sobrecalentará y su batería
morirá, las bombillas de tu casa se fundirán y tendrás que hacer malabares
subido a una escalera y, para colmo, cuando te despiertes una mañana, el que
era tu móvil de última generación, se habrá convertido en un ladrillo.

El diseño ha pasado de ser un acto altruista por el mundo y para el mundo a
una herramienta para enriquecer a unos cuantos a costa de la manipulación
de los sentimientos. O bien para engrandecer la figura de algún artista charlatán
infiltrado en el diseño que solo busca saciar su ego, y ¿Por Qué no?, ya
que estamos, sus bolsillos también.
¿Será el gran empresario el culpable de esta metamorfosis? ¿Nos habremos
vendido los diseñadores?
Deyan Sudjic, en su obra ''El lenguaje de las cosas'' explica muchas diferencias entre artistas y diseñadores,
pero me atrevería a afirmar que pese a tantos contrapuntos, el artista y
el diseñador son hijos de la misma madre, me atrevería a decir que el diseñador
es un artista frustrado, que ha sido educado dando prima importancia a
la funcionalidad del objeto y dando, muy a su pesar, una postura meramente
de reclamo a la estética.
Pero pese a este complejo de hermano gemelo malvado mantengo la postura
de Morris frente al diseño funcional del objeto, el diseñador es una persona
que tiene como misión resolver los problemas del mundo.

Visto desde un punto externo, no me parece lógico que cada diseñador tenga
que hacer una silla distinta, es como si cada uno tuviera que dejar hecho alguna
en su vida de diseñador, solamente indagando en la estética olvidándose
totalmente de la funcionalidad, como si quisieran hacer su propia versión
del Guernica, con sillas tan complejas e incómodas que servirían más como
artilugios de tortura que como lugar de descanso.

Un razonamiento que me pareció muy interesante en el apartado de la moda
es que las piezas que suelen presentarse en los desfiles son cosas tan excéntricas
que ni el más loco de los locos llevaría puesto por la calle, pero Sudjic
proponía que esto se puede tomar como un prototipo de vestimenta; como
en la Fórmula 1, nadie irá por la calle conduciendo uno, pero sus adelantos
tecnológicos servirán para los coches de la calle, tales como ahorro de combustible
o gomas más económicas.
Pero pese a esto, considero y más después de leer este libro, que la moda es
más como el diseño publicitario, se entromete en el cine vistiendo a figuras
como Richard Gere y convierte sus pasarelas en un Olimpo de famosos,
lugar organizado de tal manera, que son los famosos los que abren el desfile
antes de que éste comience.
Por otro lado la parte que el autor exponía de los uniformes sociales me
apasionó, como las tribus sociales toman una serie de elementos y los adoptan
como uniforme, ya sea tener cierta actitud, llevar determinadas prendas y
utilizar ciertos objetos. Dichos objetos que están determinados queramos o
no por la moda.
También me gustó en contrapunto del uniforme militar, que se aleja de la
moda y el diseño superficial para adaptar un carácter más funcional, que en
muchos casos pueden significar la vida o la muerte en un campo de batalla,
como por ejemplo los distintos tipos de camuflaje militar: para selva, desierto
o nieve entre otros.

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